Este prototipo desarrollado por el fabricante japonés NEC integra un micrófono y una cámara conectados a un pequeño ordenador que puede colgarse en la cintura; el audio recibido se envía a un servidor, que lo traduce a texto mediante síntesis de voz y lo proyecta en las gafas una vez traducido para que podamos leerlo.
El precio, prohibitivo: más de 6 millones de euros para un sistema para unas 30 personas.
Sin embargo, el invento promete por lo que tiene de autónomo y portátil, dos condiciones en auge de la vida actual. ¿Hacia la desaparición de los intérpretes profesionales?
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